Así vivió una periodista barranquillera el terremoto en México
Conmovedor testimonio.
-Coge las cosas con paciencia, tú sabes que nunca has visto (ni sentido) esa vaina y de pronto te vaya a dar duro la situación - lo anterior me lo dijo mi mamá al reportarme para decirle que estaba bien.
Ya se aproximaba la medianoche cuando escuché a lo lejos una alarma.
-Es la alerta sísmica - enseguida anunció mi novio.
Buscamos en Google y efectivamente ya se describía el acontecimiento natural 'muy lejos' de Ciudad de México.
-No pasó nada aquí - agregué.
A los 10 segundos empecé a sentir un movimiento repetitivo en la cama.
-¿Estás moviendo el pie? - le pregunté.
-No - contestó, pero como es de los que hacen bromas le supliqué que no jugara con esas cosas.
Alcé mi cabeza sobre las sábanas y vi que verdaderamente no estaba moviendo sus pies.
Nos miramos y aseguré:
-¡Está temblando! -. -Primero Dios - mencionó él tratando de calmarme. Eso ocurrió en 15 segundos.
Metí mi cabeza en la almohada esperando que pasara... pero no pasaba.
Sentía que estaba sumergiéndome en una piscina de bolas mientras escuchaba crujir las paredes.
Hace algunos días colgué unos aviones de papel sobre mi cama. En ese momento parecía que revoloteaban por el aire, como alzando vuelo.
-¿Salimos? - me preguntó mientras me sacudía de mi impresión.
-Sí - respondí sin dudarlo.
Enseguida me puse un abrigo y tomé mi celular. Cerramos la puerta del apartamento ubicado en el primer piso (que en realidad es el segundo porque en el primero está el estacionamiento) y bajamos las escaleras con calma.
Ya en la calle vimos a otros vecinos en las mismas condiciones que nosotros. Alertas.
Mientras esperábamos, a que siguiera temblando o a que se estabilizara la superficie terrestre en la que estábamos, nos comunicamos con nuestros familiares.
Minutos después subimos a 'dormir'. Él lo hizo de inmediato; estaba cansado, tenía que madrugar y no era extraño para él sentir la tierra temblar, desde niño ha presenciado muchos movimientos sísmicos. Yo, en cambio, solo pude dormirme dos horas después de presentarse el fenómeno natural.
No dejaba de mirar al techo, temerosa de que los avioncitos volvieran a tomar vuelo.
La experiencia fue nueva para mí; la peor sensación que he tenido. Y cómo no, si en pocos segundos todo lo que me rodeaba pudo caer sobre mí. Afortunadamente no sucedió.
En Barranquilla, Colombia, no se sienten poco se sienten los sismos. Hay arroyos, pero temblores no.
Al amanecer revisé las redes sociales. Esas imágenes de vidas perdidas, infraestructuras caídas, luces de colores en el cielo y monumentos en movimiento se registraron justo en el momento en que me reponía del sustico.
Dicen que la zona en donde habito está protegida por la piedra volcánica proveniente del Ajusco, macizo montañoso que resguarda un volcán inactivo. Pero la naturaleza es impredecible.
Ella nos está tratando de decir algo, no es casual que mientras el sismo tocó la puerta de México, sus 'paisanos', tres huracanes, pongan de cabeza el Caribe.
Sin embargo, lo que sentí en la medianoche lo acepto como un ritual que me enlaza por siempre con este país que me encanta tanto.
Yura Villalobos Mora